sábado, 1 de octubre de 2011

M:.I:.P:.H:. Fermín Vale Amestí


¿Quién era Fermín Vale Amesti?
¿Aquel hijo de Manuel Ignacio Vale Nava y de Rafaela Amesti de Vale, nacido el 25 de Septiembre de 1923 en el pueblo de Encontrados (Estado Zulia, Venezuela)?
¿Aquel hombre sencillo que solía caminar en las calles comerciales de Chacao vestido de un pantalón blanco y de una camisa blanca, y que alegraba con sus chistes a los vendedores de los kioscos de periódicos y de las numerosas tienditas de esa zona? ¿Aquel hombre que al final de cada uno de sus chistes, se reía con una carcajada contagiosa, como si fuera la primera vez que lo contara y como si fuese el mejor chiste del mundo?
¿Aquel hombre conocido por sus vecinos como un hombre exigente, de una inmensa cultura y de una gran inteligencia, que obligaba a cada uno a pensar bien lo que iba a decir antes de intercambiar ideas con él?
Todo eso era la apariencia, todo lo que él no era en esencia: para un verdadero iniciado, la individualidad no tiene la menor relevancia. Él consideraba altamente inmoral hablar públicamente de la vida privada de los Iniciados, y develar sus correspondencias. Tampoco le gustaba que los detalles relativos al camino seguido por un iniciado fuesen hechos públicos: cada camino es único e íntimo, razón por la cual no puede ser de utilidad a nadie más, y tiene que quedar en el dominio de lo privado. Enseñaba que un verdadero iniciado debía quedar en el anonimato; pero si por alguna circunstancia, tuviese que ser proyectado a la luz pública –posiblemente por sus dones de escritor–, debía ser conocido y reconocido únicamente por sus Obras: "Por sus frutos los conoceréis", y las Obras de Fermín Vale Amesti pertenecen al dominio de la trascendencia.
Espiritualmente, Fermín Vale Amesti pertenece a la gran familia espiritual del Maestro de Blois, René Guénon. Sin haberlo conocido personalmente, asimiló sin embargo los grandes principios de la doctrina metafísica universal, tal como René Guénon los expresó. Estuvo en el origen de la amplia divulgación de estas enseñanzas en Venezuela. Mantuvo relaciones fraternales con Alexandre Rouhier, el dueño de la editorial Vega, editorial que publicó varios de los libros de René Guénon. Inspirado por estos principios metafîsicos, Fermín Vale Amesti trató de restaurar la doctrina de la Masonería de Tradición aplicando estos principios a esta forma tradicional específica, y apoyándose sobre su propio grado de realización espiritual, pero sin jamás pretender la infalibilidad. Quiso contribuir a devolver a la Masonería su capacidad operativa para conducir a las almas en búsqueda de la Luz a una verdadera realización espiritual. Su nombre iniciático hablaba de su función espiritual: AL-BANAH (el Masón), NASHAR (Revivificar, Regenerar), ALBANASHAR.

El "Maestro de Caracas"
Si bien Fermín Vale Amesti era un Iniciado de dimensión Universal, tenía consciencia de que su trabajo estaba dirigido en prioridad al continente Latino Americano. No dudaba de que a ese continente le estaba prometido un brillante futuro "cuando los tiempos hubieran llegado". Trató de expresar la Tradición de una manera adaptada a la forma de ser y de vivir del Latino Americano. Esperaba que su trabajo espiritual serviría de fermento a la mente de esa raza en formación, en pleno proceso de integración, y que necesita de una espiritualidad adaptada a sus características. Quería formar en Venezuela en particular, y en América Latina en general, aquella "elite" de la cual habla René Guénon, convencido de que la evolución de algunos individuos podía producir la evolución de su raza, y de la humanidad en general; convencido también de que Venezuela, por estar simbólicamente situado a la cabeza de América del Sur, sin pretender la exclusividad, tenía que jugar un papel en la formación de la elite espiritual del continente.
Solía recibir en un apartamento a las almas sedientas de Verdad y podía pasar horas explicando los conceptos metafísicos más complejos de una manera extraordinariamente sencilla. Para contestar a ciertas preguntas de sus visitantes, solía extraer de su inmensa biblioteca los libros que contenían elementos de respuestas o símbolos que sintetizaban el Misterio que interpelaba al invitado; una vez comprendido el principio, solía evocar un refrán popular chistoso que expresara sencillamente aquella complejidad. En su mesa de estudio, nunca faltaba una bebida sencilla pero tan exquisita que parecía que los propios Dioses la habían elaborado. Nunca faltaba una risa, ni una atención a las inquietudes de las almas que se le acercaban. ¿Cuántos llegaban con el dulce calor ventoso de una mañana soleada, y se iban en la fresca oscuridad de la noche, con el Corazón lleno de Esperanza, de Fe, de Fuerza, de un entusiasmo alegre para hacer frente a la vida cotidiana, y para empezar o seguir en el Camino Iniciático? Probablemente, centenares.
A pesar de eso, no quería ser llamado "Maestro". Pretendía que él no hacía nada sino repetir lo que sus maestros le habían enseñado. Huía del culto a la personalidad como de la peste: "yo soy un hombre común" solía decir: "Lo importante no es el ser humano, sino el principio que el ser humano simboliza". No le hubiese gustado que alguien lo llamara "El Maestro de Caracas". Y sin embargo, su talento excepcional y su extra-ordinaria capacidad pedagógica para la enseñanza iniciática son señales inequívocas de un instructor legítimo de un muy elevado estado de consciencia espiritual. Es la marca de un verdadero Maestro no querer ser llamado "Maestro".
Pasa al Oriente Eterno el 11 de agosto de 1999, E:.V:.

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